En los últimos días, producto de los continuados cambios que he estado realizando con los objetivos, me he dado cuenta de que el sensor estaba bastante más sucio de lo habitual (se comprueba fácilmente haciendo alguna fotografía del cielo o de una superficie blanca con el diafragma cerrado a tope).
En la siguiente imagen podéis ver el patrón de suciedad que albergaba mi sensor (la imagen está sacada –contra el cielo– con el 100–400, a 400 mm y con un diafragma f/40). Sí, para echarse a llorar.
La verdad es que la idea de mandar la cámara al servicio técnico para hacer una limpieza en profundidad no me hacía demasiada gracia. Por otro lado, una vez consultados los precios –en torno a 90 €– de los productos específicamente orientados a este menester, pensé que lo mejor era buscar alternativas más baratas y sencillas.
Navegando por Internet descubrí dos enlaces que me parecen muy interesantes para solventar este problema, quitándole el miedo a la tan temida limpieza del sensor.
Por un lado, tenéis un artículo bastante completo en Quesabesde y, por otro, contáis con esta entrada en el blog de Sergio de la Torre. En ambos casos, las explicaciones son claras y facilitan perder el miedo –que no el respeto– a la hora de realizar esta actividad que, por otro lado, debería ser bastante común entre los fotógrafos de réflex digital.
Yo he seguido sus recomendaciones y os puedo decir que he solucionado el problema. Mi sensor no es una patena pero la suciedad ahora es imperceptible cuando hago fotos.
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